10 febrero 2008

Berlinale y las producciones en español

por Juliana González

Entre los edificios tipo ciudad gótica, plan Batman y Robin está el corazón de la Berlinale. En esta edición hay producciones de 59 países. Y el viernes, en el marco del segmento de Panorama, se presentaron la mexicana: La Frontera Infinita, y la española: Eskalofrío. Dos géneros muy diferentes.

En la primera, una voz en off nos ubica mentalmente: las fronteras pasaron de ser divisiones entre estados para convertirse en separaciones entre individuos. Así comienza un viaje lento y doloroso. EL mismo que emprenden medio millón de centromaericanos, quienes emigran para alcanzar el sueño americano. No importa que éste sea „solo una esperanza y mil quebrantos“. En este trasegar la paranoia tiene libre tránsito, nos recuerda la voz en off. La policía hace redadas y la gente salta a los trenes con la intención de llegar a la tierra anhelada. EN el camino pierden brazos y piernas. Hay adolescentes, menores de edad que se escapan de casa. Los entrevistados para este documental se muestran nerviosos, incómodos de poner en palabras su realidad, como si a través de estas pudieran perder el control. Para el espectador también se vuelve incómodo. Nos convertirmos en una compañía omnipresente a lo largo de este camino y no tenemos la posibilidad de hacer nada. Somos como la cámara. Hay montañas, rieles, silencio. Quizá eso sea lo que busca el director, incomodarnos para que abramos los ojos a una realidad a la que intentan tapar con la construcción de un muro en la frontera, como si de esta manera las desigualdades, la miseria y los sueños humanos pudieran esconderse.

Luego de estas reflexiones, ya eran las 11 menos cuarto. La prensa y los espectadores querían ver la premier de Eskalofrío. Una película de Isidro Ortiz, quien al inicio dijo: „ésta busca entretener y ojalá soprender“. Me declaro ambivanlente para emitir un juicio. Por un lado estuve pegada de la silla con la tensión prometida de una película de horror. Mi mente se dejó atrapar por el terror que producen los paisajes rurales de peñascos y poca luz, los pueblos llenos de paisanos caras largas y por supuesto los sonidos de la naturaleza como el de las ovejas inquietas. Un inicio raro que busca encontrar respuesta en los primeros minutos y recomponer su rumbo. Un adolescente en una hipersoleada Barcelona se consume en llamas cuando el sol lo alcanza. Y aquí terminan las escenas luminosas y se abre paso a los claro-oscuros cuando la familia decide irse a vivir a un lugar más gris sin que sea Laponia para que el chico pueda llevar una vida normal porque sufre de xenoderma. Aparecen una oveja, otro joven y el pastor muertos. La culpa recae sobre el nuevo. Hasta aquí todo horror. Pero entonces aparace „macho“, el amigo....un personaje caricaturezco que nos remonta a la picaresca española. A la broma aquí y allá. No alcanza a convertirse en el día de la Bestia de Álex Iglesia, pero sí clasifica dentro de ese género ambiguo de cómic del horror. Hay tanta chanza y chiste que al final la película se queda a un paso del melodrama, y la razón de la tensión, del escalofrío bucólico se resuelve demasiado pronto. Los monstruos molan, y mola que éste sea alemán y la peli se estrene en Alemania. Eso produjo muchas risas. Se reconocen varios trabajos dentro de ella. Su pecado: es que también se reconoce que hubo más de una mano batiendo el pastel.

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