16 febrero 2008

Feuerherz

La cinta, una producción alemana, trata la historia de Awet, una „bocazas“ de 10 años, que después de vivir bajo el cuidado de monjas italianas termina en las filas de las „Hijas de Eritrea“, grupo de pioneros que luchan por la liberación de Eritrea del dominio etiope, pero que como en todas las guerras la definición de quién manda genera divisiones y así terminan enfrentados los libertadores entre ellos mismos. La peli lleva el mismo título del bestseller de Senait Mehari.

Awet, personificada por Letekidan Micael hizo un papel estupendo en una película que pudo ser mejor y que no escapa de las controversias.

Esta mañana estaban apostados un puñados de manifestantes en el sacro templo del festival. Protestaban porque la cinta era una gran mentira y cuestionaban el hecho de que hubiera recibido subsidios estatales. ¿Por qué una mentira? Porque en Eritrea, la lucha por la liberación les ha llevado 30 años, y un país minúsculo, en comparación con su enemigo, se ha mantenido firme en su lucha. Quienes llevaban la protesta (8) se quejaban de que el tema de los soldados niños era una mentira que manchaba una lucha auténtica. Eritrea no es Uganda donde los niños fueron obligados a ser parte de la guerra e incluso a practicar el canibalismo (quizá en lo único que coinciden el director y las voces de protesta).

El podio de la rueda de prensa, generalmente ocupado por el director, dos o tres actores y un productor; estuvo en este caso presidido por 4 hombres blancos ¿Hombres blancos en un filme sobre la lucha independentista en Eritrea, en la que los únicos blancos son los niños que comparten escuela con la protagonista al principio? La respuesta es sencilla: el casting se realizó en un campo de refugiados eritreos en Kenia. Los productores acusaron al gobierno de Eritrea de haberles negado los permisos para rodar al argumentar que la base de la cinta era una mentira, ya que „todos los menores que iban voluntariamente a luchar fueron devueltos a sus escuelas y hogares.“ e incluso de haber amenazado de muerte a los actores (naturales) que habían preparado durante meses. 5 días antes de comenzar rodaje tuvieron que salir a buscar otros nuevos.

Fue una rueda tensa que giró en torno al aspecto político. Pero los productores estaban preparados, pues en el podio se encontraba un miembro de la asociación de los niños en guerra –Aktion Weisses Friedensband- quien dió la definición mundialmente aceptada sobre los niños soldados: todos aquellos menores de 18 años que participen en el conflicto sin importar si han empuñado o no un arma. El asunto puede llevar a la relativización pero ¿es un menor de 18 años europeo igual a un menor de 18 años eritreo que a los 13 años ya ha formado familia?
En el público, un representante de los refugiados en Alemania (eso lo supe luego) lanza la pregunta:

¿y dónde esta la autora del libro?

Y aquí reside el meollo del asunto: el libro, un hit en ventas y traducido a varios idiomas, es demasiado controversial. Se dice que la historia que allí se cuenta no existió y se cuestiona que la autora haya formado parte de la guerra. Senait no tuvo ganas de ir a la rueda de prensa, pero sí a la premier con tapete rojo, luces y protegida de las preguntas (im)pertinentes. La película lleva el mismo título del libro y por eso la estrategia inicial de mercadeo consistió en venderla como „una historia de la vida real basada en libro“... sin embargo, eso de estar „basado en“ no aplica porque de la historia original quedan el nombre y un par de datos. Uno de los productores se apresura a decir: „es que se trata de una libre interpretación artistica“. Tan libre, que ahora mercadean la cinta como: inspirada en el libro de Senait Mehari.

El moderador de la rueda de prensa –por cierto con lleno total- intentó infructuosamente de redirigir las preguntas hacia la esencia de la película, así como lo hizo él que desconocía todo sobre Eritrea antes de verla. Es un punto válido... si: no se hubiera dicho que era inspirada, basada, copiada, etc del libro homónimo, y no se hubiera aprovechado la sensación y el revuelo que el mismo produce. La discusión es si es válido basarse en un libro al que se le debate su autenticidad.

¿Debe una película mentir? Es un debate ético y estético. Los filmes no tienen que copiar la realidad. Pero tampoco tergiversarla para hacerla parecer sexy en la pantalla gigante. Más allá de crear cine de denuncia, la responsabilidad primaria de las artes es ser fiel a su esencia.

La protagonista es excelente. La película es aceptable. Le falta más pegamento. Sobretodo porque parece que la historia empezara tres veces. La historia de la escuela no se desarrolla, la de la familia tampoco y la del combate no termina. Para quienes conozcan el libro, como sucedió hoy en la proyección de la mañana, la película decepciona. Si no se hace la asociación con el libro ni sus debates puede ser una bonita película. (Pero no se lleva el oso).


* Para ser feliz en la vida hay que asumir las propias responsabilidades (dice un apócrifo del Dalai Lama que circula en internet).

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