13 febrero 2008

La noche del ejército rojo y las gorriones.

x JG

Ayer fue una jornada lindísima en el cine. Nada de holywoods’s beauties que reniegan de su condición de objetos de deseo aunque toda la película se trate de la obsesión que despierta en su tutor (no más comentarios sobre esta elegía –me gusta lo de las mujeres fuertes-. Punto. No la recomiendo aunque no está mal del todo. Pero el oso no se lo gana. Punto.)

Volvamos al punto: las películas asiáticas. Y al hablar de Asia me refiero a ese vasto territorio que va desde lo que conocemos como Medio Oriente hasta las islas, como Japón.

La tarde empezó con Man Jeuk (Gorrión) del director Johnnie To, uno de los más prolíficos directores de Hong Kong. En esta cinta, una banda de cuatro –simpáticos- carteristas profesionales se deja involucrar en el robo de una llave. Su dueño es Mr. Fu, un hombre muy poderoso. Una banda sonora excelente para unos close-up de los detalles que le imprimen dramatismo a las escenas. El color „antiguo“ de la cinta da la impresión de que la historia transcurriera en una ciudad asiática de décadas pasadas. „Colors can be decived“ nos dice el protagonista. Pero la insistencia en presentarnos marcas ultraconocidas (marcas sofisticadas y cadenas de comida rápida) nos aterrizan en el presente. El excesivo uso de las mismas me genera una duda: ¿es una crítica social o hubo un patrocinio?
La escena que más me entusiasmó es la de los paraguas bajo la lluvia. Una película con gracia y muchos símbolos. Una película juguetona en la que 4 adultos van sobre la misma bicicleta.

No había terminado de depurar la sensación de frescura de esta comedia que participa en la competencia por el oso de oro cuando ya estaba a punto de empezar The United Red Army, un documental en el marco del Forum. Confieso que no entré muy entusiasmada a la sala (pues tenía un sinsabor de los documentales anteriores) pero como era japonés, decidí darle una oportunidad. Y ¡qué bien que lo hice! Con una duración de 190 minutos este docu-filme del director nipón Wakamatsu Koji es un viaje en la historia de los movimientos estudiantiles de la década de los 60 y su radicalización. Es una mezcla de imágenes de archivo en blanco y negro y la historia ficticia, pero basada en hechos de la vida real, de sus principales protagonistas. De un cobarde se forma un líder. De un pilar, la piedra angular de la destrucción del movimiento. Los autos de fé son sospechosos –desde la Inquisición hasta nuestros días-. Con insistencia los comandantes buscan la autocrítica, el elemento único que va a permitir la revolución, la transformación mundial. Japón se erige como la segunda potencia económica del mundo. Los tratados de seguridad con Estados Unidos y la política educativa levantan ampollas y alimentan el renacimiento de movimientos comunistas entre los estudiantes. Hay barricadas, hay muertes, hay campos de entrenamiento y lavados de cerebro. Hay disidencia y pocos resultados. Crece la presión y con ella la violencia para renacer como soldados de la causa. Los actos de contrición parecen insuficientes para los líderes. ¿Cómo ejerzco la autocrítica? Pregunta uno de los combatientes. Eso es algo que solo cada quien sabe. Pero entonces cuando se expresa, los líderes no están satisfechos y cuestionan hechos pasados y exigen más reflexión y se van, si es necesario, a los golpes para interiorizar la „auto-crítica“. La violencia revolucionaria cobra un alto impuesto: la autodestrucción. Una perla del enfant terrible que retorna a la Berlinale.

Pero el tiempo apremia y salgo a la carrera porque no quiero perderme la última película del día. Y como no es en el corazón de la Berlinale me apresuro a tomar el bus para llegar hasta el cine Internacional (Karl-Marx-Alle 33). Me voy rumiando escenas de ese documental, de la fuerza y brutalidad histérica de la comandante Nagata.

Las modernas salas bien sonorizadas y minimalistas del Cinemaxx contrastan con la hermosura de esta sala con lámparas de cristal, de ambiente retro en un teatro de arquitectura tipo RDA. El puro encanto de una Ostalgie (que agradezco no tuve que vivir). Con mi carné de prensa logro meterme por un lado ¡qué suerte porque el sitio estaba hasta las orejas! Las cortinas con brillantes, las paredes enchapadas en madera le dan a la sala un aire muy sofisticado. (Creo que mi vecino de silla es un actor famoso, aunque con tanta dosis de películas esta semana, me parece que la gente de la calle la he visto en alguno de los filmes).

El hecho: lo hecho. Avaze-Gonjeshk-ha (La canción de los gorriones). El director: Majid Majidi, el mismo de Los Niños del Cielo, con la que ganó una nominación al Oscar en 1999. Para mi mayor felicidad, tanto el director como Reza Najie (el actor principal) estuvieron allí. Se deshicieron en agradecimientos el uno con el otro y con el público. Nadie tiene suficiente de nadie. Ni ellos de ellos mismos, ni los espectadores de ellos. No hubo ovación de pie, pero sí un largo y merecido aplauso. En esta historia un hombre con tres hijos y empleado de una granja de avestruces a las afueras de Teherán pierde su empleo. Pero no por eso su entereza a pesar de las adversidades. Es una historia tierna y muy humana con muchas dosis de humor.


Najie podría ser un excelente candidato al oso de plata si no fuera por Tilda, la actiz que encarna a Julia en la película del mismo nombre y que es una de las candidatas más fuertes.
















La fotos que ven fueron hechas con mi móvil, osea 2 millones megapixel y cero zoom.














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